viernes, 10 de agosto de 2012

La desigualdad genera rangos, la diferencia complementareidad.


No es lo mismo desiguales que diferentes.

EVANGELIOMateo 15, 21-28 


21Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle:
-Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo.
23É1 no le contestó palabra. Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle:
-Atiéndela, que viene detrás gritando.
24Él les replicó:
-Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel.
25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle:
-¡ Socórreme, Señor!
26Jesús le contestó:
-No está bien quitarle el pan a los hijos para echár­selo a los perros.
27Pero ella repuso:
-Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28Jesús le dijo:
-¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas.
En aquel momento quedó curada su hija


Al leer el evangelio me llegó la tentación de hablar de los hombres que llevan una vida peor que la de un perro y de los perro que llevan una vida mejor que la de un hombre, pero que se quede para otro momento, vayamos al verdadero sentido del evangelio.

Es un evangelio difícil de explicar. Nos sorprende la actitud de un Jesús, que ignora y se hace del rogar, a la que no estamos acostumbrados. Parece que pierde lo modales. Pero en realidad a que se refiere el evangelio. Tratemos de explicarlo.

La desigualdad es un mal presente en todas las culturas y religiones. La desigualdad crea distancia entre los hombres, aunque parezcan muy cercanos (madre e hija, padre e hija, etc..). La desigualdad privilegia a unos y enfurece a otros, o hace a unos fuertes y otros dependientes. De la desigualdad podemos decir muchas cosas. Quizá la pregunta que nos venga a la mente sea: ¿y esto que tiene que ver con el evangelio? Mucho. Más de lo que podemos imaginarnos.

La mujer es una extranjera, es decir no es judía. Parece conocer las costumbres y pensamientos judíos, pues llama a Jesús hijo de David. Para los judíos los extranjeros son seres de segunda categoría, ellos son el pueblo elegido, los demás no valen. La mujer cananea cree en esta desigualdad oficial y la acepta. Pero, a su vez ella ejerce también esta desigualdad en relación a su hija contagiándola de esta idea. El espíritu que posee a la hija no es otro sino la reacción ante la desigualdad justificada. Si no cambian las cosas, está condenada a padecer  toda la vida.

Jesús quiere que sea la propia mujer la que descubra que judíos y extranjeros tienen el mismo valor y la lleva a la confrontación aparentemente exagerada (los hijos-los perros). Los judíos llamaban perros a los extranjeros. Ante esta confrontación la mujer descubre que la compasión supera todas las desigualdades. Cuando los hombres reconocen su igual dignidad se acaba toda discriminación y puede construirse un mundo de hermanos. Lo que Jesús quiere es que la mujer comprenda por ella misma la igual dignidad entre los pueblos y la ejerza con los propios.

Con lo que hemos explicado, Jesús pedagógicamente, muestra la igual compasión que Dios tiene para todos los hombres. Dios no nos hizo desiguales, nos hizo diferentes. La desigualdad genera rangos, privilegios; las diferencias producen complementariedad y ayuda mutua. Los hombres somos diferentes para complementarnos. Los fuertes deben sobrellevar la carga de los débiles, decía san Pablo, no abusar de ellos. De esto trata el evangelio no de otra cosa.

La culpa de la desigualdad no es sólo de quien la produce, sino también de quien la acepta. ¿No lo crees?

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