¿VAS A MIRAR CON MALOS OJOS QUE YO SEA BUENO?
Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".
De repente
la parábola pudiera resultarnos la parábola de la injusticia: ¿Cómo dar a quien
solo ha trabajado una hora lo mismo que a quien ha soportado el peso del día y
del calor? Estamos acostumbrados a dar a cada quien según lo que ha hecho, o
menos, mucho menos. Dar a cada quien lo que le corresponde es hasta donde llega
la justicia. La parábola quiere llevarnos más allá de las fronteras de la
justicia, rebasa la justicia. Donde termina la justicia, empieza la
misericordia. O mejor dicho donde ya no llega la justicia o donde no ve, ahí ve
y llega la compasión.
No
hay ninguna injusticia. El señor da a quienes han trabajado todo el día aquello
que han acordado. Pero no puede ser justo con aquellos que han sido contratados
para sólo una hora, pues si es justo con ellos, el pago de una hora no
alcanzará para saciar su hambre ni el hambre de su familia. Por eso aquí no aplica la justicia, sino la misericordia.
Los
malos ojos, la mala mirada, la envidia, la tacañería, según la traducción,
habitan en el corazón del hombre que carece de compasión o de amor al otro. Nos
hubiéramos llevado una gran sorpresa si en el texto hubiera aparecido la
afirmación de que quienes soportaron el peso del día y del calor al ver a
quienes llegaron a trabajar sólo una hora exclamaron: “Dios quiera que a estos
últimos les paguen lo mismo que a nosotros, pues de no ser así que va a ser de
ellos y su familia” pero no sucede así. Nuestra mirada no es tan limpia, ni
nosotros ni nuestros pensamientos tan nobles. Hace falta la enseñanza del
maestro. Hace falta la clara precisión de que muchas veces nos dejamos llevar
por nuestros egoístas criterios. Es necesario pasar de la mirada egoísta a la
mirada de Dios. Hace falta dejar de mirar con nuestros míseros criterios y
mirar con los ojos del alma. Hay que poner la mano en el corazón y actuar en
consecuencia. No nos engañemos la justicia no es lo que hace a un cristiano, lo
que hace a un cristiano es el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario