LA TRANSFIGURACIÓN
2A
los seis días Jesús se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los hizo
subir a un monte alto; aparte, a ellos solos, y se transfiguró delante de
ellos:
Jesús toma consigo, no a
los consentidos como suele decirse. Toma más bien a los más reacios. Es a estos
a quienes les pone un apodo que les va muy bien con su manera de ser y actuar.
Pedro, como piedra; Santiago y Juan, los hijos del trueno. En el antiguo testamento
el trueno es la voz de Dios que atemoriza a los paganos. Quiere mostrarles el
estado de vida del hombre después de la entrega de la vida.
3sus vestidos se volvieron de un
blanco deslumbrador, como ningún batanero en la tierra es capaz de blanquear.
Esta blancura que nadie puede lograr representa la condición
divina de la que es participe el que viva el estilo de vida de Jesús.
4Se
les apareció Elías con Moisés; estaban conversando con Jesús. 5Reaccionó
Pedro diciéndole a Jesús:
La espiritualidad Judía
estaba basada en dos figuras importantes: Moisés y Elías. Moisés representa la
ley y Elías a los profetas, las fuente de la religión en Israel.
-Rabbí, viene muy bien que estemos aquí nosotros;
podríamos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pedro no entiende la diferencia
entre Jesús, Moisés y Elías. No ve la novedad que trae Jesús, sigue anclado a
las categorías del pasado. Sus esperanzas están en alguien que se parezca a sus
héroes nacionales. Mirar la vida de estos personajes nos deja insatisfechos. La
distancia entre Jesús y ellos es abismal. Tanto Moisés y Elías, fueron
personajes llenos de violencia y su concepto de Dios no era el del Dios del
amor.
6Es
que no sabía cómo reaccionar, porque estaban aterrados.
7Se
formó una nube que los cubría, y hubo una voz desde la nube:
-Este es mi Hijo, el amado: escuchadlo.
La nube en el libro del
éxodo es símbolo de la presencia de Dios, esta acompañaba a los israelitas mientras
caminaban por el desierto; en el día les daba sombra, por la noche servía de lámpara.
Ante la incomprensión de Pedro. El Padre hace oír
su voz y aclara que de ahora en adelante a quien hay que escuchar es a Jesús el
Hijo, el amado.
8Y,
de pronto, al mirar alrededor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con
ellos.
Desaparece Moisés y
Elías, sólo está Jesús. No hay que equivocarnos, sólo a él hay que hacer caso, él
es la verdad que no tiene error.
9Mientras
bajaban del monte les advirtió que no contasen a nadie lo que habían visto
hasta que el Hombre resucitase de la muerte.
Jesús quiere que sus
discípulos maduren lo que han visto. Que no se dejen deslumbrar por el futuro.
El más allá es hermoso, pero no hay que olvidar que mientras estamos es este
mundo nuestro trabajo consiste en hacer de este mundo un mudo de hermanos. Ya
habrá tiempo para ocuparnos de la vida eterna.
Al final nos queda una
pregunta. Nosotros: ¿a quién oímos? Me da una ligera sensación de que muchas
veces nuestra manera de actuar se parece más a la de Moisés y Elías que a la de
Jesús.
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