EL BANQUETE DEL REINO YA HA COMENZADO, NO HAY QUE ESPERAR A LA MUERTE
EVANGELIO
LUCAS 14, 15-23
15Al oír aquello, uno de los comensales le dijo: -¡Dichoso el que coma en
el banquete del reino de Dios! 16Jesús le repuso: -Un hombre daba un
gran banquete y convidó a mucha gente; 17a la hora del banquete
mandó a su criado a avisar a los convidados: -Venid, que ya está preparado. 18Pero
todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: -He comprado un campo y
necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor. 19Otro dijo: -He
comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor. 20Otro
dijo: -Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir. 21El criado
volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de la casa, indignado, le
dijo: -Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres,
lisiados, ciegos y cojos. 22El criado dijo: -Señor, se ha hecho lo
que mandaste, y todavía queda sitio. 23Entonces el señor le dijo al
criado:
-Sal a los caminos y senderos y aprémiales a entrar hasta que se llene
la casa; 24porque os digo que ninguno de aquellos invitados
probará mi banquete.
Siempre esperando el futuro como si el presente no interesara, siempre
mirando a la otra vida sin darnos cuenta de lo que se necesita en esta. Pensamos
mucho en la felicidad y la hermosura del más allá que se nos olvida que ya,
aquí y ahora, ha comenzado la fiesta de la vida.
“¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!” dijo uno que
no se había enterado de que Jesús y sus discípulos ya vivían anticipadamente
esa dicha. Así nos pasa, dejamos que se esfume la hermosa vida o la gastamos en
lo inútil. Hasta cuando entenderemos que estamos llamados a hacer de nuestro
presente lo que soñamos para el futuro.
Pero, ¿quiénes son los
que van a gozar del banquete del reino de Dios? Nada más ni nada menos que los
que ya desde ahora han entendido el sentido de la vida y no han puesto sus
caprichos y comodidades por encima del reino, los que van descubriendo, ya
desde ahora, la alegría de vivir como hermanos y hermanas, los que no esperan
para el futuro lo que ya pueden hacer realidad en el presente.
Sin embargo, hay
quienes sumidos en sus personales criterios, se olvidan de la alegría que
produce la comunidad cristiana: he comprado un campo y necesito ir a verlo, he
comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas, me acabo de casar y, naturalmente,
no puedo ir. Ni siquiera nuestros más
refinados modales justifican que nos privemos de la verdadera fiesta de la vida:
“Dispénsame, por favor” (Cfr. Vv.
28.29)
Los excluidos de Israel son los merecedores del banquete:
“…pobres, lisiados, ciegos
y cojos”
y los extranjeros, los paganos: “Sal a los caminos y senderos y aprémiales a
entrar hasta que se llene la casa”. Quienes menos imaginaron participaron
del banquete.
Cuidado
puede llegar a pasarnos, poco, más o menos, lo mismo. Quienes nos sentimos más
seguros de participar en el banquete podemos quedarnos fuera. O, más aún, puede
pasar que algunos sigamos pensando que la fiesta del banquete es para la otra
vida, o que pensemos que estamos dentro del banquete y en realidad nos hemos
quedado fuera.
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