miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA AMBICIÓN NOS HACE ENANOS


LA AMBICIÓN NOS HACE ENANOS


EVANGELIO


LUCAS 19, 1-10


19 1Entró en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. 2En esto, un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y además rico, 3trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Entonces se adelantó corriendo y, para verlo, se subió a una higuera, porque iba a pasar por allí. 5Al llegar a aquel sitio, levantó Jesús la vista y le dijo: -Zaqueo, baja en seguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa. 6Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. 7Al ver aquello, se pusieron todos a criticarlo diciendo: -¡Ha entrado a  hospedarse en casa de un pecador! 8Zaqueo se puso en pie y dirigiéndose al Señor le dijo: -La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien he extorsionado dinero, se lo restituiré cuatro veces. 9Jesús le contesto: -Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abrahán. 10Porque el Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo.

            Este pasaje hay que interpretarlo a la luz de la entrada de Josué a Jericó. Ahí, Rahab, era el símbolo de los marginados de la sociedad y sin embargo logra reintegrarse en la nueva comunidad. Así Zaqueo, despreciado por los suyos, logra disponerse a formar parte de la nueva familia de Jesús. Hacer el paralelismo es complicado. Hoy sólo dejemos algunas ideas.

Los recaudadores de impuestos eran despreciados en Israel pues eran considerados traidores de Dios y de la patria. Eran sujetos del odio del pueblo pues terminaban cometiendo fuertes injusticias en el cobro de los impuestos. Zaqueo el jefe de recaudadores y rico (impedimento para alcanzar la estatura de Jesús) tiene interés por conocer a Jesús y cree que la higuera, figura de la religión judía, puede otorgarle el acceso.  Pero Jesús lo invita a bajar de la higuera. No es la institución judía, viciada por los sumos sacerdotes, la que asegura el acceso a la familia de Jesús. Zaqueo entiende que lo de Jesús es diferente: bajó enseguida y lo recibió muy contento. El encuentro con Jesús produce en él una alegría que no había encontrado es sus riquezas. Ahora ha encontrado un amigo, y el que encuentra un amigo ha encontrado un tesoro. El que encuentra un tesoro, va se deshace de todo lo que tiene: -La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien he extorsionado dinero, se lo restituiré cuatro veces. Logra una justicia superior a la pedida en el antiguo testamento y a la anunciada por Juan bautista.
Jesús devuelve al recaudador la esperanza de una vida nueva. A pesar de las críticas: -¡Ha entrado a  hospedarse en casa de un pecador!  Jesús ofrece al publicano la  oportunidad de mirar más allá de los estrechos aires nacionalistas.
La riqueza nos hace enanos (baja estatura), por más que queramos justificarla religiosamente (subir a la higuera) no es posible. No hay camello que logre pasar por el ojo de la aguja. Hay que bajar, encontrase con el maestro y compartir con él la vida; dejar que nos muestre la calidez de su persona, aceptar su iniciativa de hospedarse en nuestra casa, recibirlo con alegría, compartir lo que tenemos y repara los daños causados. Así y sólo así la salvación habrá llegado a nuestra casa.

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