lunes, 8 de octubre de 2012

FINGIMOS NO SABER QUIEN ES EL PRÓJIMO


FINGIMOS NO SABER QUIEN ES EL PRÓJIMO
EVANGELIO
LUCAS 10, 27-35

25 En esto se levantó un jurista y le preguntó para ponerlo a prueba:
-Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?
26 ÉL le dijo:
-¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas?
27 Este contestó:
-"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo".
28 Él le dijo:
-Bien contestado. Haz eso y tendrás vida.
29 Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
-Y ¿quién es mi prójimo?
30 Tomando pie de la pregunta, dijo Jesús:
-Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto. 31 Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 32 Lo mismo hizo un clérigo que llegó a aquel sitio;- al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba el hombre y, al verlo; se conmovió, 34 se acercó a él y le vendó las heridas echándoles aceite y vino; luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. 35 Al día siguiente sacó dos denarios de plata y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más te lo daré a la vuelta". 36 ¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?
37 El jurista contestó:
-El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo.
-Pues anda, haz tú lo mismo.

Sé que muchos ante un pasaje como este descubren mucha tela de donde cortar para elaborar una predicación maravillosa, pero yo confieso que, por el contrario, un texto cómo este me lleva al silencio y descubrir, con tristeza, que estamos muy lejos de entender lo que significa el amor al prójimo.
Por esta razón hago a un lado las muchas reflexiones que pudiera hacer de este pasaje, comparto una experiencia que nos acerca al prójimo de carne y hueso  y, por otro lado, recomiendo la lectura: “Tras la huellas del Samaritano” ; Alessandro Pronzato; Sal Terrae.

¡Qué lejos estamos del amor al prójimo!


        Era jueves y el padre N se preparaba para iniciar la hora santa, cuando llegó al templo se percató que ahí se encontraba el coro que cantaba los domingos a las  seis de la tarde, al que días anteriores había invitado para que participaran.

Se acercó hasta ellos y ultimaron detalles sobre los cantos, acordaron que,  ellos cantarían y el padre, como siempre, encabezaría la oración. Se encaminó rápidamente a la capilla del santísimo pues el tiempo estaba corriendo, tomó el Santísimo en sus manos y fue hasta el altar donde estaba colocada ya la custodia.

Como de costumbre, se dirigió hacia la banca donde cada ocho días le esperaba el micrófono y la guitarra que con anterioridad los hermanos preparaban, sólo que aquella tarde no la utilizaría. Tomó el micrófono en sus manos e intentó concentrarse en el canto para comenzar la oración.

Dio inicio a la oración, se sentía inspirado, aunque recordaba que apenas ocho días antes, se había sentido vacío y había terminado insatisfecho, sin embargo, por fin el viernes por la mañana le había caído el veinte, padecía el síndrome de burnout o del trabajador quemado.

Con anterioridad muchos le habían advertido del estrés que le notaban e incluso sobre el posible padecimiento del síndrome, pero él lo negaba, pues cada que llegaba el jueves de la hora santa se sentía pleno y con nuevas fuerzas, pero el jueves anterior ya no había sucedido eso, quiso justificarse internamente achacándolo a que en jueves anteriores no había estado, pues con las semanas de formación permanente, a las que el obispo le había mandado, impidieron su presencia.
Trató de hacer a un lado el cansancio y continuó con su oración, cerró levemente los ojos para poder concentrarse, de repente los abrió instintivamente y ahí frente a él estaba extendiendo la mano, Jesús, que era como él llamaba al mudito que a menudo frecuenta la parroquia, pues con sus muchas actividades, aunque lo había pensado en varias ocasiones, no se había dado el tiempo de investigar su nombre.

Lo saludó y le regaló una sonrisa e intentó continuar con la oración que estaba haciendo, sin embargo le fue muy difícil, pues Jesús al ver a un lado la guitarra la tomó consigo y comenzó a rasguear a todo lo que daba.

El padre N trataba de concentrarse pero Jesús le sonreía y tocaba cada vez más fuerte. El coro se oía poco, pues los rasgueos de Jesús no paraban. El padre miraba a Jesús sonriendo y rasgueando con toda fuerza. Perdió la concentración por completo y se sumergió en otros pensamientos.

Primero pensó pedir a Jesús que se callara y arrebatarle la guitarra, pero Jesús no dejaba de rasguear y sentirse feliz con la guitarra, entonces el padre pensó, ¿cuál sería la actitud de Dios en este momento? Se ha de estar riendo de mí por lo que estoy pensando.

Imaginó a Dios retorciéndose de la risa por aquello que parecía una broma, finalmente tomó conciencia de lo que estaba pasando, ¿qué era lo que realmente le estaba agradando a Dios en ese momento? ¿Su rutinaria oración de cada 8 días o la alegría con que rasgueaba a aquel muchacho? ¿Los cantos de aquel coro que se esforzaba por hacerlo todo en tono meditativo o la fuerza con que Jesús rasgueaba y de repente balbuceaba alguna palabra? Sin duda, la alegría de aquel muchacho.

Así que detuvo su oración y permitió que Jesús siguiera rasgueando, sin dejar de hacerse mil preguntas.

¡Qué lejos estamos de entender a Dios! y qué lejos estamos de amar al prójimo, pensó el Padre, pues aunque él lo había entendido ¿cómo hacerlo entender a todos los que frente al santísimo habían ido a encontrar un momento de armonía? pero que con los rasgueos de Jesús se había perdido.

Al terminar la celebración no faltó quien se acercara al padre para expresarle: ¡Que atrevido ese muchacho, mire que ponerse a tocar como loco, ahora si no pudimos rezar a gusto! ¡Poco falto para que me levantara y lo sacara! Dijo otra. ¡Si para la próxima usted no le dice nada, lo vamos hacer nosotras!

A partir de ahí, el padre no dejaba de repetirse: ¡Señor, que lejos estoy del amor al prójimo y que lejos estamos de conocerte! ¿Cómo hacerle entender a esta gente que para ti hay cosas más importantes? ¿Cómo?

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