lunes, 1 de octubre de 2012

EL MAS IMPORTANTE NO ES EL QUE DOMINA, SINO EL QUE AMA


LO QUE NOS HACE IMPORTANTES ES EL SERVICIO
EVANGELIO
LUCAS 9, 46-50

46Pero les entró la idea de cuál de ellos sería el más grande. 47Jesús, adivinando sus intenciones, cogió al chiquillo, lo puso a su lado 48y les dijo: El que acoge a este chiquillo como si fuera a mí mismo, me acoge a mí, y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado; es decir, el que es de hecho más pequeño entre vosotros, ése es grande. 49lntervino Juan y dijo: -Jefe, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no te sigue junto con nosotros. 50Jesús le repuso: -Nada de impedir, pues el que no está contra vosotros está a favor vuestro.

Nos encontramos otra vez con la tentación de querer ser los más importantes. ¿Quién sabe que tenga el hombre y el mundo que su mayor preocupación es la de sentirse o creerse más importante que los demás? Aún que tengamos la experiencia de que no es el poder lo que plenifica a la persona, no dejamos de asesinarnos por ello. Países asesinan a pueblos enteros para hacen sentir su poder sobre otros. Todo lo medimos no según la necesidad, sino según el mercado: según lo que tienes es lo que vales. Importa deslumbrar con lo que tienes no con lo que eres. Para muchos lo fundamental es subir para esta por encima de los otros, sin importar por encima de quien se pase o a quien se pise.

Jesús conoce el pie cojo de sus discípulos. Estos buscan el poder, el prestigio, ser los amos, los dueños, estar por encima de quien sea. La propuesta de Jesús es ser como el chiquillo, libres de pretensiones de dominio y dispuestos siempre al servicio. La figura del chiquillo no es otra sino la del criadito: el que está pronto para el servicio y no espera el poder como recompensa.

Jesús no habla de dientes para afuera. El mismo coloca al chiquillo a su nivel y al nivel del Padre. No hay más y menos importantes, todos, en el reino de Dios valemos lo mismo. Jesús y el Padre reconocen que el que se hace pequeño, que el que renuncia a sus delirios de grandeza, está listo para construir el reino.

Con mucha frecuencia se nos olvida que grande no es el que domina, sino el que ama, el que sirve, el que es capaz de mirarnos como hermanos. Solo con una actitud como esta podemos comenzar a ser cristianos y construir una comunidad de iguales.

Juan estaría dispuesto a esto, pero mientras sea con los suyos, los de su grupo, los de su raza, los judíos. Juan no está dispuesto a aceptar esta igualdad con los extranjeros: hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no te sigue junto con nosotros. Quiere conservar algunos privilegios. Jesús le hará ver que la igualdad, para que sea verdadera ha de ser para con todos. La actividad liberadora no es exclusiva de un determinado grupo, ni hace más importante a quien la realiza. Esta es tarea de todo hombre y lo que nos hace es ser hermanos.

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