Nos vendemos como marionetas al mejor titiritero
EVANGELIO
LUCAS 12, 54-59
12, 54 Y
añadió para las multitudes:
-Cuando
veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón
tenemos", y así sucede. 55 Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer
bochorno", y lo hace. 56 ¡Hipócritas!, si sabéis interpretar el aspecto de
la tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar el momento presente?
57 y ¿por qué no juzgáis vosotros mismos lo que se debe hacer? 58 Por ejemplo,
cuando vas con tu contrincante a ver al magistrado, haz lo posible por librarte
de él mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez
te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. 59 Te digo que no
saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo.
Jesús se dirige a la multitudes para que estas
reaccionen por si mismas lo que conviene hacer en ese presente que están
viviendo. No puede entender, Jesús, que tengan, por ellos mismos, la capacidad
de discernir los fenómenos de la naturaleza y no sepan discernir, por ellos
mismos, lo que está sucediendo.
Las
multitudes, los hombres, preferimos que otros nos digan lo que hay que hacer
para no equivocarnos, obedecemos ciegamente lo que otros nos dicen, queremos que
desde arriba nos resuelvan la vida, nos vendemos como marionetas al mejor
titiritero, y es ahí donde Jesús encuentra el problema.
Jesús quiere quitar los hilos con que los líderes
religiosos de Israel controlan al pueblo: “¿por qué no juzgáis vosotros
mismos lo que se debe hacer?” El pueblo
por miedo a sus dirigentes no es capaz de reorientar su vida a la propuesta del
profeta de Galilea. Qué difícil es hacer que un hombre tome las riendas de su
vida y decida por sí mismo lo que le conviene. Por miedo cuestionar, molestar o
incomodar permitimos todo tipo de atropellos para otros y para con nosotros.
Hemos olvidado que fuimos creados capaces de ver con nuestros propios ojos y
analizar con nuestra propia conciencia lo que conviene a nuestro desarrollo. Permanecemos
enanos cuando dejamos, que siempre otros, se encarguen de decirnos cómo, cuándo
y dónde. Jesús nos enseñó que somos
capaces por nosotros mismos de reorientar el rumbo perdido.
Tenemos la capacidad de resolver entre nosotros los
más grandes problemas que se nos presenten sin necesidad de someternos a
quienes, en nombre del orden, elaboran estructuras que no generan el desarrollo
humano: “cuando vas con tu contrincante a ver al magistrado, haz lo posible
por librarte de él mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el
juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te
digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo. Estas medidas pudieran parecer la más
sanas, pero no son sino el reflejo de que no hemos descubierto ni aprendido el
potencial con que fuimos creados los seres humanos.
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