martes, 16 de octubre de 2012

HOY NUESTRA SOCIEDAD ACUDE A UN ESPECTÁCULO DONDE SOBRE ABUNDA LO SUPERFLUO Y SE SUPRIME LO PROFUNDO


La libertad de un hombre no está sujeta a la meticulosidad de otro.


EVANGELIO


LUCAS 11, 37-41


37 Apenas terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. El entró y se recostó a la mesa. 38 El fariseo se extrañó al ver que no hacía abluciones antes de comer, 39 y el Señor le dijo:
-De modo que vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades. 40 ¡Insensatos! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? 41 En vez de eso, dad lo que tenéis en limosnas y así lo tendréis limpio todo.
Breve pero sustancioso es el evangelio de hoy.

La comida es en muchas culturas un momento de especial amistad, no es solo el ingerir alimentos para conservar la vida, ni siquiera es el placer de alimentarse. El comer es la posibilidad de encontrarse con el otro como amigo.  Sin embargo hay quienes se empeñan en hacer de está un escenario para el juicio.

Jesús se recuesta a la mesa que es la postura de los hombres libres. Esta libertad le lleva no sujetarse al ritual del lavado de las manos. Esto provoca la extrañeza del fariseo. La casa del fariseo no  puede convertirse para Jesús en un lugar que lo esclavice. La libertad de un hombre no está sujeta a la meticulosidad de otro.

Jesús aprovecha el acontecimiento para revelar el sentido profundo de la vida y de la libertad, del bien y del amor. Este no está en la limpieza ritual, sino en el compromiso del amor, no está en el exterior de una persona, como en su interior (…limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades. 40 ¡Insensatos! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?)

Interior contra exterior.
Hoy vivimos bombardeados por incontables productos para mejorar el aspecto externo de la persona. Desde la crema más sencilla hasta la cirugía más compleja todo está encaminado a mejorar el aspecto exterior de la persona. Hay de todo para embellecer lo de fuera y de nada para embellecer lo de dentro. Hoy nuestra sociedad acude a un espectáculo donde sobreabunda el deseo de lo superfluo y se   suprime lo profundo, donde se rinde culto a la cáscara y se desprecia la pulpa. 

De ninguna manera estamos diciendo que lo exterior no sea importante, ni que la búsqueda de las mejoras externas no sea válida, pues el que hizo lo de fuera también hizo lo de dentro. Tampoco hablamos aquí del retorno al desprecio al cuerpo de algunas filosofías o teologías, sino de que no por cuidar lo de fuera estemos descuidando lo de dentro.

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