La libertad de un hombre no está sujeta a la meticulosidad de otro.
EVANGELIO
LUCAS 11, 37-41
37 Apenas terminó de hablar, un fariseo lo
invitó a comer a su casa. El entró y se recostó a la mesa. 38 El fariseo se
extrañó al ver que no hacía abluciones antes de comer, 39 y el Señor le dijo:
-De modo que vosotros, los fariseos, limpiáis por
fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y
maldades. 40 ¡Insensatos! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de
dentro? 41 En vez de eso, dad lo que tenéis en limosnas y así lo tendréis
limpio todo.
Breve pero sustancioso es el evangelio de hoy.
La comida es en muchas culturas un momento de
especial amistad, no es solo el ingerir alimentos para conservar la vida, ni
siquiera es el placer de alimentarse. El comer es la posibilidad de encontrarse
con el otro como amigo. Sin embargo hay
quienes se empeñan en hacer de está un escenario para el juicio.
Jesús se recuesta a la mesa que es la postura de
los hombres libres. Esta libertad le lleva no sujetarse al ritual del lavado de
las manos. Esto provoca la extrañeza del fariseo. La casa del fariseo no puede convertirse para Jesús en un lugar que
lo esclavice. La libertad de un hombre no está sujeta a la meticulosidad de
otro.
Jesús aprovecha el acontecimiento para revelar el
sentido profundo de la vida y de la libertad, del bien y del amor. Este no está
en la limpieza ritual, sino en el compromiso del amor, no está en el exterior
de una persona, como en su interior (…limpiáis por fuera la copa y el plato,
mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades. 40 ¡Insensatos! El que
hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?)
Interior contra exterior.
Hoy vivimos bombardeados por incontables productos
para mejorar el aspecto externo de la persona. Desde la crema más sencilla
hasta la cirugía más compleja todo está encaminado a mejorar el aspecto
exterior de la persona. Hay de todo para embellecer lo de fuera y de nada para
embellecer lo de dentro. Hoy nuestra sociedad acude a un espectáculo donde
sobreabunda el deseo de lo superfluo y se suprime lo profundo, donde se rinde
culto a la cáscara y se desprecia la pulpa.
De ninguna manera estamos diciendo
que lo exterior no sea importante, ni que la búsqueda de las mejoras externas no
sea válida, pues el que hizo lo de fuera también hizo lo de dentro. Tampoco hablamos
aquí del retorno al desprecio al cuerpo de algunas filosofías o teologías, sino
de que no por cuidar lo de fuera estemos descuidando lo de dentro.
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