Soñamos, deseamos y trabajamos por una sociedad con más mujeres como María y menos como Marta.
EVANGELIOLUCAS 10, 38-42
38 Mientras iban de camino entró
también él en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa. 39
Ésta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para
escuchar - sus palabras.
40 Marta, en cambio, se dispersaba en múltiples tareas. Se le plantó delante y le dijo:
40 Marta, en cambio, se dispersaba en múltiples tareas. Se le plantó delante y le dijo:
-Señor, ¿no se te da nada de que mi
hermana me deje sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
41 Pero el Señor le contestó:
-Marta, Marta, andas preocupada e
inquieta con tantas cosas: 42 sólo una es necesaria. Sí, María ha escogido la
parte mejor, y ésa no se le quitará.
Este es uno de los
pasajes que no ha sido interpretado correctamente y que hemos aceptado sin
cuestionar si lo que nos dicen corresponde a lo que el evangelista quiso enseñar.
Durante mucho tiempo
nos han dicho que María representa la vida contemplativa y Marta la vida activa
en la Iglesia; oración y acción dentro de la Iglesia. Sin embargo, el texto se
refiere más bien a Marta como a los discípulos que fieles a la ley no dan
espacio al espíritu y que prefieren regir su vida con los criterios antiguos.
María por su parte asume el lugar de discípulo poniéndose a los pies del
Maestro atento a la escucha del mensaje, abierta a la novedad que trae el
maestro.
En clave femenina es
importante descubrir dos actitudes diferentes en estás mujeres y atrevernos a
proponer una nueva manera de entender el mensaje. En Israel los rabinos
afirmaban que la mujer no estaba hecha para la enseñanza, que era preferible
que una página de la Escritura cayera en el fuego que en manos de una mujer, que
si Dios hubiera querido que las mujeres tuvieran el acceso a la ley no hubiera
entregado las tablas a Moisés, sino a Miriam. Por eso cuando María adopta la
actitud del discípulo plantándose a los pies del maestro, para escucharlo, está
haciendo algo revolucionario. María va en contra de lo que siempre se ha dicho
y hecho y se atreve a realizar una actividad que según los judíos estaba
reservada a los varones. Marta por el contrario adopta la actitud de la mujer
atada a las tradiciones o costumbres, pues también lo rabinos afirmaban que la
mujer había sido creada solo para el quehacer de la casa y para tener y criar a
los hijos, por esta razón aparece haciendo lo que creía que era su función:
tener en orden la casa (Cf. Prov. 31, 10-12).
Pudiéramos concluir
diciendo que María representa a las mujeres que no se dejan aprisionar por el
absurdo e irracional orden establecido, que son capaces de descubrir en sí
mismas todas las potencialidades que poseen y no sepultan sus talentos, sino
que por el contrario arriesgan todo por vivir en plenitud la vida. Marta por el
contrario representa a esas mujeres que no se atreven a romper los patrones
establecidos que las someten y prefieren engañarse creyendo que lo que hacen es
lo que les hace felices. Cuidado tampoco se trata de una rebeldía brotada del
sentimentalismo, sino del compromiso pensante y legítimo de vivir en plenitud
la vida sin dañar a nadie. No hagamos en nombre de nuestros derechos daño a
otros que también sufren. Siempre hay una alternativa posible y humanizante, el
secreto y el trabajo es descubrirla.
Soñamos, deseamos y
trabajamos por una sociedad con más mujeres como María y menos como Marta.
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