¿APRENDER O ENSEÑAR?
EVANGELIO
Marcos
6, 7-13
7Jesús
recorría todos los pueblos de los alrededores enseñando.
Jesús
no detiene la misión por nada. Él está dispuesto a seguir enseñando el
verdadero mensaje del Padre. Hoy parece ser que nosotros nos hemos instalado.
Tenemos que volver, como Jesús, a desgastar las sandalias y recorrer los
caminos por más escondidos que se encuentren.
Convocó
a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los
espíritus inmundos.
Ir de dos en dos, como los había llamado, es signo
de la igualdad. No hay un superior y un inferior. Hay hermandad.
8Les prohibió coger nada para el
camino, sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; 9llevar
sandalias, sí, pero no ponerse dos túnicas.
Estas indicaciones son diferentes en san Mateo y en
san Lucas. Aquí el bastón era indispensable para los viajes largos. No hay que llevar provisiones, pues más que
enseñar, los discípulos tienen que aprender la solidaridad que radica en el corazón de los seres humanos.
La gente alberga, en su gran corazón humano, la capacidad de no dejar que otro hermano pase hambre, está esta dispuesta a compartir su pan, y esto es lo que los discípulos deben aprender. Por está razón no deben llevar pan.
La alforja
era propia de los mendigos; el discípulo no puede vivir de la limosna, sino de
la capacidad de compartir que tienen las personas. El cristiano no vive de lo que sale del bolsillo de la gente, sino de lo que sale del corazón de las personas.
Llevar dinero implicaría que
el discípulo confía en los sistemas explotadores para sobrevivir y no en el
corazón solidario de la humanidad. Jesús quiere hacerles ver que más allá del sistema de compra-venta existe una alternativa para vivir la vida. El hombre fue creado bueno y con corazón noble; sólo que los sistemas políticos, religiosos, sociales, culturales, etc. se han encargado de convertirlo en un hombre egoísta y con corazón de piedra.
Aquí si se permiten las sandalias pues son
necesarias para las largas caminatas, pero dos túnicas no, pues en tiempo de
Jesús era signo de lujo.
10Además les dijo:
-Cuando
en algún sitió os alojéis en una casa, quedaos en ella hasta que os vayáis del
lugar.
El discípulo no puede despreciar a la gente que en
sus posibilidades ha demostrado su solidaridad. Debe aprender de esa cultura el
don de la hospitalidad. Hasta el último día de su estancia el discípulo debe
permanecer en ese lugar sin buscar comodidades.
11Y si un lugar no os acoge ni os escucha, al marcharos sacudíos el
polvo de las suelas, como prueba contra ellos.
Siempre habrá quien se oponga o rechace al enviado.
Unas veces manifestarán su desprecio no siendo hospitalarios y otras no
escuchando el mensaje. A veces serán ambas cosas. A partir de Jesús la falta de
hospitalidad y el rechazo al mensaje será lo verdaderamente grave. Ya no es
grave ser extranjero, como pensaban los judíos, sino no acoger a los enviados ni escuchar el mensaje. El
rechazo al mensaje y a los enviados viene de no conocer al Dios verdadero.
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12Ellos se marcharon y se pusieron a predicar que se enmendaran; 13expulsaban
muchos demonios y, además, aplicaban unturas de aceite a muchos enfermos y los
curaban.
Los
discípulos no siguen las instrucciones de Jesús. Hacen lo que han entendido o
lo que creen que está bien. Jesús los envió a aprender, pero ellos se sintieron
con la capacidad de proponer. Cuando creemos que dominamos algo nos cerramos a
la posibilidad de aprender algo nuevo. Se atrevieron a expulsar los demonios de otros sin haber advertido el peligro de sus propios espíritus inmundos. Así nos pasa a muchos, queremos meternos a maestros sin haber terminado el aprendizaje de discípulo.
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