E1 que os recibe a vosotros, me recibe a mi, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado.
EVANGELIO
Mateo 10,34-11,1
34No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a
sembrar paz, sino espadas; 35porque
he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la
nuera con la suegra; 36así que los enemigos de uno serán los de su
casa (Miq 7,6).
El mensaje de Jesús causa la confrontación. El
discípulo no es un violento que provoqué guerra. Los sistemas opresores y sus
representantes intentarán acabar con el proyecto de Jesús que pone de
manifiesto su perverso e inhumano modo de actuar.
En una misma familia habrá quienes opten por Jesús
y su mensaje, y quienes se resistan y reaccionen con la calumnia, la venganza,
o la ofensa.
37E1 que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí;
el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y
el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El parentesco familiar pasa a un segundo término.
Lo más importante ahora es la opción por Jesús. Cargar la cruz significa la
disponibilidad para dar la vida. La vida no es para el discípulo el valor
supremo, para el discípulo el valor supremo es el amor a los demás y por el
bien de ellos se debe estar dispuesto a dar la vida (cargar la cruz).
39E1 que ponga al seguro su vida, la perderá, y el que pierda su vida
por causa mía, la pondrá al seguro.
Muchas veces lo que más protegemos es la vida. Nos
da miedo perderla, por eso cuando alguien amenaza con quitárnosla cedemos a lo
que sea y así terminamos quedando esclavos. Jesús quiere que sus discípulos
venzan este miedo, sólo así tendrán la vida verdadera.
40E1 que os recibe a vosotros, me recibe a mi, y el que me recibe a mí
recibe al que me ha enviado. 41E1 que recibe a un profeta en
calidad de profeta tendrá recompensa de profeta: el que recibe a un justo en
calidad de justo, tendrá recompensa de justo; 42y cualquiera que le
dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su
calidad de discípulo, no se quedará sin recompensa, os lo aseguro.
Cuando el discípulo está dispuesto a
cargar la cruz, se identifica plenamente con Jesús y con el Padre. La
recompensa que recibe el que acoge al discípulo, es la presencia misma de Jesús
y del Padre, o mejor dicho: la experiencia del amor de Jesús y el Padre.
Está
identidad entre Jesús, el Padre y el discípulo es la que se consigue siendo
fiel al proyecto de Jesús. Es la identidad que iremos logrando en la medida en
que nos vayamos desprendiéndonos de nosotros mismo y vivamos sirviendo a los
demás. La plenitud de vida se logra cuando está identidad pasa de la palabra a
la acción.
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