LA TRISTE VIDA DE UN PUBLICANO
EVANGELIO
Mateo 9, 9-13
9Cuando
se marchó Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al
mostrador de los impuestos, y le dijo:
-Sígueme.
Se
levantó y lo siguió.
10Sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa acudió un buen
grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos. 11Al
ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos:
-¿Por
qué razón come vuestro maestro con los recaudadores y descreídos?
12Jesús lo oyó y dijo:
-No
sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran
mal. 13Id mejor a aprender lo que significa «misericordia quiero y
no sacrificios» (Os 6,6): porque no he venido a invitar justos, sino pecadores.
No bastaría
una pequeña reflexión para hacer un análisis completo de lo que sería la vida
de un publicano. Hagamos unas pequeñas anotaciones.
1.-
No es lo mismo un publicano que un jefe de publicanos. Zaqueo era un jefe de
publicanos, por eso era rico, pero Mateo no. Esté era un empleado de alguien
como otro.
2.-
Los publicanos no eran queridos por el hecho de ser considerados
colaboracionistas con los romanos, debido a que trabajaban para ellos.
3.-
Eran tratados con desprecio. Desprecio que se trasmitía también a los hijos y a
la esposa.
4.-
No siempre era un trabajo que se quisiera, pero ante el hambre, de la familia y
la propia, había que trabajar aunque fuera de cobrador de impuestos
(publicano).
5.- Al
sentimiento de impureza se unía el de impotencia. El publicano sufría en su
interior y trataba de ahogar su tristeza destruyéndose así mismo.
6.-
La reacción del publicano ante el desprecio era la de endurecerse y mostrase
intolerante en el cobro de los impuestos.
7.-
Era de dominio popular la idea de que cuando llegara el Mesías barrería con la
escoria de Israel (ahí estaba catalogado el publicano)
Como
podemos ver no es todo, basta esto para darnos cuenta de quién era Mateo. Pero
un día las cosas cambiaron para este hombre sin amigos, porque al pasar Jesús
por ahí clavo sus ojos en él y le dijo: sígueme. Sin duda Mateo ya tenía
algunas noticias del maestro de Galilea, el cual en lugar de despreciarlo, como
se supondría, lo invitó a seguirlo. No sólo debió que dar sorprendido, sino
confundido, pues el maestro se había dirigido a él como nadie lo había hecho en
la vida. Aquel día Mateo pasó del rechazo a la fiesta.
Los
fariseos, los puritanos, no pueden tolerar que alguien sea feliz sino es bajo
su perspectiva. Jesús les dejará claro que lo que importa no es la observancia
minuciosa de la ley, sino el amor a la persona, Ya lo habían anunciado los
profetas: lo que Dios quiere es el bien del hombre más que el incienso y los
sacrificios; la misericordia que el culto. El Señor no viene a llamar a los que
se sienten justos, sino a lo que saben necesitados de una fresca y libre
experiencia de Dios.
No
sienten necesidad del médico los que están fuertes, sino los enfermos. Todos
necesitamos del médico, fuertes y débiles, sólo que nuestro orgullo, no nos
deja reconocer la necesidad de Dios en nuestra vida. Todos tenemos la necesidad
de una experiencia de Dios más humana, más sencilla, más alegre. Aquel día
Mateo tuvo la oportunidad de volver a ablandar su corazón endurecido y abrirse
al verdadero amor. Ante un amor como el de Jesús cualquier corazón por muy duro
que sea puede transformarse.
En algún momento me he sentido como Mateo, rechazada, etiquetada, señalada. Y al igual que a Mateo, Jesús me invitado a seguirle. Lamentablemente, durante el camino en ocasiones pierdo la dirección. Gracias por recordarme que no debo de buscarlo en lo extraordinario, sino en el día a día
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