viernes, 20 de julio de 2012

¿Hasta cuando entenderemos que el prójimo está por encima de nuestras normas y construcciones?


«El amor está por encima de todo»


EVANGELIO
Mateo 12, 1-8

12 1En aquella ocasión, un sábado echó Jesús a andar por lo sembrado; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer. 2Los fariseos, al verlo, le di­jeron:
-Mira, tus discípulos están haciendo lo que no esta permitido en día de precepto.
3E1 les replicó:
-¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? 4Entró en la casa de Dios y comieron de los panes y de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus hombres, sino sólo a los sa­cerdotes. 5y ¿no habéis leído en la Ley que los sábados los sacerdotes violan el precepto en el templo sin incurrir en culpa? 6Pues os digo que hay algo más que el templo aquí.
7Si comprendierais lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6) no condenaríais a los que no tienen culpa. 8Porque el Hombre es señor del precepto.

Ayer comentamos lo que tenía a los sencillos rendidos y abrumados. Dijimos que era la ley, propuesta por los sabios y entendidos. Hoy nos encontramos con claro ejemplo de ello. Para muchos en Israel el mandamiento principal era la observancia del día de precepto (sábado), día en que se impedía toda actividad humana. Pero, el evangelio de hoy nos recuerda que hay cosas en la vida humana que no saben de días ni de horas, ni de lo que es sagrado y profano, y que llegan simplemente porque forman parte de la naturaleza humana. Un claro ejemplo de ello es el hambre.

Los discípulos, dice Jesús, van en contra de la ley más sagrada (el precepto de sábado) porque su hambre les hace cortar espigas para comerlas. No era la primera vez que pasaba algo así. Ya en la antigüedad le había ocurrido al mismísimo David. Él y sus hombres comieron de los panes y de la ofrenda, que según la ley, sólo podían comer los sacerdotes. Lo bueno es que en aquella ocasión se toparon con alguien de corazón humano  y no con alguien de corazón de piedra como los fariseos. Pero: ¿Por qué la ley, si es tan importante, no aplica igual para todos? ¿Por qué los sacerdotes si podían trabajar en sábado, en el templo y la gente no? Recuerdo un ejemplo que contaba al Padre Juan Mateos: En España se había prohibido a los católicos trabajar en domingo, pues era el día sagrado. Le fueron con el cuento al obispo que los campesinos no iban a misa y que se ponían a trabajar en el día sagrado. El obispo pidió a su chofer que le llevara al campo para cerciorarse si lo que le habían comentado era verdad. El obispo reunió a los campesinos y les llamó la atención por trabajar en el día sagrado. Entonces uno de los campesinos contestó al obispo: ¡Disculpe su excelencia¡ ¿y usted por qué pone a trabajar a su chofer si hoy es día sagrado? El obispo trago tuercas y se retiró de aquel sitio. Así es como se las gastan los sabios y entendidos.

Jesús, en este pasaje, va mucho más lejos de lo que pudiéramos imaginar. Pone al hombre y su hambre (necesidad) por encima de lo más sagrado para los judíos: el templo (6Pues os digo que hay algo más que el templo aquí.) y del que consideraban el precepto más importante: el sábado (8Porque el Hombre es señor del precepto.).

¿Hasta cuándo entenderemos que el prójimo está por encima de nuestro culto y nuestros  templos?
Jesús no rechaza a los fariseos, pero los invita a comprender mejor a Dios: 7Si comprendierais lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6). No sería fácil para los fariseos aceptar la propuesta de Jesús. De hecho, habría que revisar si el evangelio habla de conversiones de fariseos. Hay que se quede de Tarea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario