MARCOS 7,1-8MANOS LIMPIAS Y CORAZÓN PODRIDO
7 1Se congregaron
alrededor de él los fariseos y algunos letrados llegados de Jerusalén 2y
notaron que algunos de sus discípulos comían los panes con manos impuras, es
decir, sin lavarse las manos.
3Es que los fariseos, y
los judíos en general, no comen sin lavarse las manos restregando bien,
aferrándose a la tradición de sus mayores; 4 y, al volver de la plaza, no
comen sin antes hacer abluciones; y se aferran a otras muchas cosas que han
recibido por tradición, como enjuagar vasos, jarras y ollas.
5Le preguntaron entonces
los fariseos y los letrados: -¿Por qué razón no siguen tus discípulos la
tradición de los mayores, sino que comen el pan con manos impuras? 6Él les
contestó: -¡Qué bien profetizó Isaías acerca de vosotros los hipócritas! Así
está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos
de mí. 7El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son
preceptos humanos (Is 29,13).
8Dejáis el mandamiento
de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.
Los fariseos
se sentían buenos, limpios, santos, inmaculados, todo lo que en este rubro
puede decirse. Los letrados eran los que se tenían por sabios, es decir los
minuciosos escrutadores de la ley t los profetas. Es curioso que el evangelio
nos indique la procedencia de los letrados: vienen de Jerusalén. No es lo mismo
un sacerdote que viene de tal pueblo o colonia a decir que viene de Roma, del
Vaticano. El lugar, según nuestra manera de medir las cosas da el prestigio, la
importancia. Sin embargo Jesús hará ver que aunque estos vengan de la ciudad
santa tiene un corazón podrido. O que aunque tengan la mente llena de los
preceptos y contenidos de la Torá, tienen el corazón vació. Mente llena pero
corazón vacío.
Los fariseos y
los letrados, los aparentemente santos y sabios, llegan con el papel de
observantes de las tradiciones e inmediatamente comienzan a supervisar, y con
el papel de jueces descubren que hay quienes no se lavan las manos antes de
comer, es decir: hay quienes comen con las manos impuras. Como responsables del
orden buscan al culpable de que se vaya en contra de las tradiciones de sus
mayores. Lo encuentran, es Jesús, el carpintero de Galilea, y allá van contra
él. Lo responsabilizan de la conducta de los discípulos. Jesús aprovecha
aquella intervención para hacerles ver que lo importante no es tener las manos
limpias, sino limpio el corazón. Me
pongo a pensar en nuestro mundo tan preocupado por la limpieza del rostro, de
la ropa, de los pisos, del calzado, de la dentadura, de los vehículos, de todo
lo exterior, pero absolutamente olvidado de la limpieza del interior. Limpiamos
lo de fuera y nos olvidamos de lo de dentro. Incluso veo hombres esmerados en
la limpieza de sus vehículos o amas de casa, casi maniáticas de la limpieza,
pero despreocupados de la limpieza de sus corazones. Es más hay tantos
comerciales, de detergentes líquidos, sólidos o en polvo, que compiten, por la
más alta blancura, y esto me lleva a pensar y porque no nos preocupamos de
igual manera del interior.
Jesús logra desenmascarar
la hipocresía de los letrados y fariseos, y advierte que el culto que se rinde
a Dios es hipócrita, pues se hace con los labios y no con el corazón, pero el
problema no es sólo la hipocresía, sino la traición al mandamiento del Dios,
pues aferrados a su tradiciones han hecho a un lado lo verdaderamente
importante.
A nosotros
también nos pasa. Damos más importancia a lo externo que a lo interno, a lo
superficial que a lo profundo, a las tradiciones que al amor
Hay muchas personas que actuan como los fariseos, ven facilmente como las demas personas viven en pecado pero no aceptan que ellos tambien son pecadores de una u otra manera colocando los preceptos antes que el amor de Dios
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