lunes, 24 de septiembre de 2012

NO ESCONDAS LA LUZ DEL AMOR DE DIOS



NO ESCONDAS LA LUZ DEL AMOR DE DIOS


LUCAS 8, 16-18

16Nadie enciende una lámpara para taparla con una vasija o meterla debajo de la cama; la pone en el candelero para que los que entran vean la luz. 17Porque no hay nada oculto que no se haga manifiesto, ni nada escondido que no llegue a saberse y no salga a la luz. 18Y atención a cómo escucháis, porque al que produce, se le dará, pero al que no produce le quitarán hasta lo que cree tener.

Aceptar el mensaje del reino de Dios como terreno fértil, no puede ser una cuestión meramente intimista o individualista. Esto equivaldría a encender una lámpara y meterla debajo de una vasija. Desgraciadamente muchos hemos hecho del cristianismo y del mensaje de Jesús una devoción que no trasciende el ámbito personal. El mensaje de Jesús debe iluminar las realidades más oscuras del hombre y de la sociedad, no para sentirnos derrotados o abrumados ante ellas, sino para saber dónde la fuerza renovadora  del evangelio hace más falta.
El mensaje del evangelio, la buena nueva es como la semilla que cuando se esconde en la tierra, toda su fuerza y toda su vida termina por germinar y brotar convertida en planta visible a los ojos de todos. La aceptación auténtica del mensaje de Jesús, cuando es verdadera, no puede esconderse, termina transformándose en amor practicado. No se pueden esconder las ganas de vivir, de amar, de  ser feliz, de ser libre. Los anhelos de transformar la vida, de componer el mundo, de renovar la sociedad, no pueden esconderse, están siempre presentes en nuestra vida y terminan aflorando y haciéndose visibles.
Estos anhelos, este mensaje, tenemos que mostrarlo a todos, para que vean que aquello que palpita en su interior ya se ha hecho vida en otros y no sientan el miedo de avanzar en la soledad. Cuando vemos un hombre luz sabemos que también nosotros podemos ser luz. Cuando vemos a alguien que ha dado sentido a su vida en el amor entonces descubrimos que es posible emprender también ese camino. Pero aunque no viéramos a nadie caminar en la luz, el impulso interno de amor que llevamos no puede permanecer escondido. Hay que vencer el miedo y convertirnos en luz que alumbre a todos nuestros hermanos los hombres.

Producir es la tarea, pero no al estilo de los sistemas económicos, ni para nosotros mismos. Hay que producir felicidad, vida digna, amor auténtico, libertad integral, pero para todos los hijos e hijas de Dios. Así estaremos viviendo el evangelio

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