ACEPTEMOS, NO INGENUAMENTE, LO QUE HAY DE POSITIVO EN NUESTRA SOCIEDAD
Lucas 7,
31-37
31 Entonces, ¿a quién diré que se
parece esta generación? Y, de hecho, ¿a quién se parece?
32 Se parece a esos niños
sentados en la plaza que se gritan unos a otros: "Tocamos la flauta y no
bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis".
33 Porque llegó Juan Bautista, que no comía ni bebía, y dijisteis: "Tiene un demonio dentro"; 34ha llegado el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "¡Vaya un comilón y un borracho, amigo de recaudadores y descreídos!"
35Pero todos los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón.
33 Porque llegó Juan Bautista, que no comía ni bebía, y dijisteis: "Tiene un demonio dentro"; 34ha llegado el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "¡Vaya un comilón y un borracho, amigo de recaudadores y descreídos!"
35Pero todos los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón.
Es real la comparación que hace Jesús de esa generación que refleja
la actitud de los dirigentes religiosos en el pasado de Israel, en el tiempo de
Jesús y que nos alcanza también a nosotros.
El camino hacia la vida requiere de una actitud positiva contraria
a lo que nos presenta el evangelio en la figura de los niños que llevan la
contraria a los otros: "Tocamos la
flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis". Da tristeza
y a veces hasta enfado descubrir que las cosas no han cambiado mucho hasta ahora.
Seguimos con una actitud contrarias al amor y a la vida. El camino hacia la
vida no puede construirse en el inconformismo patológico o la negatividad sistemática:
Porque llegó Juan Bautista, que no comía
ni bebía, y dijisteis: "Tiene un demonio dentro"; ha llegado el
Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "¡Vaya un comilón y un
borracho, amigo de recaudadores y descreídos!"
Es preciso la sabiduría de Dios, que
no el conocimiento de Dios, para aceptar la propuesta de Jesús. La sabiduría
viene de la experiencia de encuentro con la verdad que plenifica y quienes
vivan esa verdad darán testimonio de lo grandioso que es vivir el mensaje de
Jesús.
Empecemos renunciando a nuestra
negatividad y descubriendo, no de manera ingenua, lo que hay de positivo en
nuestro mundo, nuestra sociedad y nuestra Iglesia.
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