EVANGELIO
LUCAS 9, 18-22
18Una vez que estaba orando él solo, se
encontraban con él los discípulos y les hizo esta pregunta:
-¿Quién dice la gente que soy yo?
19Contestaron ellos:
-Juan Bautista; otros, en cambio, Elías, y otros un
profeta de los antiguos que ha vuelto a la vida.
20Entonces él les preguntó:
-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
-El Mesías de Dios.
21Pero él les conminó a que no lo dijeran
absolutamente a nadie. 22Y añadió:
-El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que
ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte
y, al tercer día, resucitar.
Si
no se enseña bien, no se aprende bien. La gente termina repitiendo lo que les
enseñamos, por eso hay que enseñar lo que es. Jesús pregunta a los discípulos
sobre quien dice la gente que es él. Ellos contestan lo que la gente dice que
es en cierta forma lo que los doce han enseñado. Que Jesús sea visto como Elías,
como Juan o como algún antiguo profeta, que no hayan entendido la novedad de su
persona y su mensaje, que lo vinculen con su ideología caduca o su fanatismo
violento, no es por otra cosa sino por lo que los que los doce han predicado.
Con
demasiada frecuencia, en nuestros círculos religiosos, nos encontramos con
ideas hasta opuestas acerca de quién es Jesús. Ideas que van desde las mal
azucaradas hasta las más insípidas, y curioso también: para todo hay gente. Me
resisto a aceptar que se debe a una genuina multiforme experiencia religiosa, y
no puedo dejar de pensar que más bien es el producto de una predicación errónea
sobre la imagen evangélica de Jesús.
Pedro
en nombre de los otros se aventura a decir que Jesús es el Mesías de Dios.
Jesús sabe que la idea de Mesías que tienen alentaría los ánimos nacionalistas,
por eso les prohíbe que lo divulguen. Por otro lado Jesús presenta la figura
del hijo del Hombre, el hombre que posee el espíritu, el hombre en plenitud,
como prototipo de hombre, prototipo que no es exclusivo de él, sino que abarca
a todos los que como él quieran vivir según el Espíritu. Pero lograr la
presencia del hombre en plenitud en la sociedad fanatizada por la ideología del
poder no será cosa fácil, pues encontrara resistencia sobre todo de parte de
quien ostenta el poder y manipula al pueblo. Los Sumos sacerdotes representan
el poder religioso, los senadores el poder civil y los escribas el poder
intelectual. Estos impedirán el desarrollo del hijo del Hombre, el hombre en plenitud,
y en nombre del poder que representan darán muerte a Jesús intentando acabar
con la esperanza que tiene el pueblo de formar una auténtica sociedad de
hombres y mujeres libres, iguales y felices. La victoria de estos poderes no
será definitiva y es que la vida del maestro no terminara en la muerte. La
resurrección se convertirá en el nuevo impulso para continuar trabajando hasta
lograr la estatura del hijo del Hombre.
Los verdaderos discípulos de Jesús han
de entender que no se trata de obtener un triunfo como el que a los hombres
están acostumbrados y que el fracaso humano es la posibilidad del triunfo
divino. El éxito o triunfo no lo tiene el más poderoso, sino el más libre. No es
más fuerte el que grita, sino el que sabe guardar silencio; no es más grande el
que pega, sino el que sigue tratando a los demás con dignidad; no es mejor el
que domina y humilla, sino el que te trata como hermano. El triunfo del hijo del
Hombre se da cuando alguien renuncia al poder y se convierte en servidor de su
hermanos hasta dar la vida.
Pensamos que somos grandes cuando dominamos, Jesús enseña que es cuando servimos y damos la vida .
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