lunes, 10 de septiembre de 2012

LIBERAR A OTROS IMPLICA RIESGOS: ¿HAY QUE ASUMIRLOS?


JESÚS POR NUESTRA LIBERTAD PONE EN RIESGO SU PROPIA VIDA

EVANGELIO


Lucas 

6, 6-11


6Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía el brazo derecho atrofiado.
7Los letrados y fariseos estaban al acecho para ver si curaba en día de precepto y encontrar de qué acusarlo. 8Pero él, conociendo sus intenciones, dijo al hombre del brazo atrofiado: -Levántate y ponte en medio.
El hombre se levantó y se puso allí. 9Jesús les dijo: -Una pregunta: ¿Qué está permitido en día de precepto, hacer bien o hacer daño, salvar una vida o destruirla?
10y, echándoles en torno una mirada, dijo al hombre: -Extiende el brazo
Lo hizo, y su brazo volvió a quedar normal. 11Ellos se pusieron furisos y discutían unos con otros qué podrían hacer con Jesús.

La enseñanza liberadora de Jesús no cesa, aunque sea el día de precepto. Nada ata a Jesús para que este siga anunciando la buena noticia de Dios. Ya se han enterado los letrados y fariseos que Jesús no respeta las tradiciones sin fundamento, por mucho que se hayan impuesto durante siglos. Por esta razón buscan cazarlo, esperan que se atreva a curar en sábado, día de precepto, para acusarlo con evidencias actuales.

            En la sinagoga, lugar de la enseñanza oficial, había un hombre, reducido a cosa, sin capacidad de acción y decisión. Un oyente de los grandes prodigios de Dios, pero impedido para actuar. Este hombre representa a los asistentes a la sinagoga, a los cuales, la ley los tiene con los brazos paralizados.

            El hombre no tiene nombre, por eso es figura de un grupo, representa a los asistentes a la sinagoga. El brazo atrofiado es el derecho, normalmente el brazo de la acción. En comparación con el izquierdo, el brazo derecho es, comúnmente el más útil.

            Jesús conoce sus intenciones. Son perversos, pero a pesar de esta perversión el hombre tiene que reconocer que ha nacido para ser libre para ser feliz, para ser hombre. Si nos damos cuenta Jesús solo da la orden, pero quien tiene que levantarse y ponerse en medio es el hombre mismo. Y lo hace porque ha sido creado con esa capacidad y no debe permitirle a nadie que lo vuelva a postrar. Los hombres haciendo a un lado el proyecto de Dios sometemos a nuestros hermanos y los obligamos a llevar una vida de esclavos, paralizamos sus sueños y anhelos de dignidad. Eso había hecho la doctrina oficial con el hombre del brazo atrofiado, en nombre de Dios le habían quitado su libertad y lo habían reducido a una marioneta. No toques, no grites, no veas, no hagas; son frases paralizadoras. Las prohibiciones no ayudan al hombre a desarrollarse integralmente, lo positivo es la libertad responsabilidad, desde aquí el hombre tiene la posibilidad de lograr se aquello para lo que Dios lo ha creado.

            Liberar a otro implica riesgos. Hacer que alguien extienda su brazo, en día precepto sabático implicaba para Jesús poner en riesgo su propia vida. Algunos fanáticos habían dado muerte a quien no respetaba o iba en contra del sábado. Jesús asume el riesgo, está dispuesto a pagar con su propia vida el precio de liberar al hombre: “¿Qué está permitido en día de precepto, hacer bien o hacer daño, salvar una vida o destruirla? y, echándoles en torno una mirada, dijo al hombre: -Extiende el brazo…” A muchos nos da miedo asumir los propios riesgos de la libertad, pero más aún, nos atemoriza correr el riesgo por el otro. Jesús no, el asume las consecuencias, el hombre verdaderamente libre es el que es capaz de asumir  las consecuencias.

Pero, nuevamente, no es Jesús quien le toca el brazo y se lo extiende. Es el mismo hombre el que lo hace. En el propio hombre radica toda la fuerza para lograr liberarse de la anquilosada y esclavizante tradición. A menudo queremos que otro venga y haga lo que nos toca a nosotros. No la cosa no es así. Dios hace lo suyo y nosotros lo nuestro. Así es la vida, así hay que entenderla y vivirla. Jesús no toma el brazo de este hombre y se lo extiende porque entonces indicaría que es otro el que tiene que hacerlo por nosotros y seriamos siempre dependientes de los demás. Ya ahondaremos en este tema en otra ocasión.

El brazo del hombre queda normal, es decir, como siempre debió haber estado, como Dios lo quería que estuviera, como estaba antes de que se lo atrofiaran en la sinagoga.

No faltan los que no pueden soportar que el hombre despierte y tome conciencia de la verdad, los que no pueden permitir que haya quien le haga ver al hombre que lo que le dicen es mentira, y que no toleran al que va en contra de sus intereses y mentiras: los fariseos y escribas. Por esta razón el evangelista concluye este pasaje diciendo: se pusieron furisos y discutían unos con otros qué podrían hacer con Jesús. Buscaran de todas la maneras acabar con él, pues no les conviene que el pueblo despierte y descubra sus artimañas.

            Extendamos también nosotros nuestro brazo y no permitamos que nadie nos lo atrofie. Hemos sido creados dignos y libres. Tenemos todas las capacidades para ser verdaderamente hombres libres… 

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